domingo, 20 de febrero de 2011

Elefantemente

     A lomos de mi amigo el elefante, decidí preguntarle qué era para él la religión. Entre paso corto y paso largo, lento, me fue a responder: Pequeño amigo, no debes asustarte de la religión ya que es más pequeña que tú, pero has de cuidarte de su rastro, pues es la rata más astuta.
      Yo seguía bocarriba sintiendo las ramas que atravesábamos, tan firmes como la piel de mi fiel amigo, pensando que todos los seres deberían ser astutos entonces. Despejándose mi visión de tanta flora, le volví a preguntar, pensando en la religión de mi amigo: ¡elefante! , ¿Qué es para ti la ley de la selva?, se paró en seco, y tornando su columna, provocó mi caída en un instante brusco, cuando levante la cabeza del suelo apoyado en mis manos le miré indeciso.
     Pequeño amigo mío, me contestó, la Ley de la Selva, es la Tierra que sientes ahora, esa que pisas y que un día te pisará a ti, naturalmente.

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